Carta de José María Encina a Gabino Martorell y Fivaller. 19 de febrero de 1878

Exterior:

Vía Francia. Sr. marqués de Villel. 3er secretario de la Legación de España en Bruselas

Interior:

Madrid, 19 febrero 1878. Sr. marqués de Villel. Bruselas.

Mi estimado Sr. y amigo: cuentan que Maquiavelo (protesto contra la idea de que siendo V. diplomático me ocupe de este señor) decía “no sigas nunca el primer impulso de tu corazón, porque éste siempre es bueno”. Yo deploro ahora, Sr. marqués, la verdad de este malévolo consejo. Al entrar noches pasadas en casa de nuestro D. Ignacio, al ver sobre la mesa un ejemplar de “Un libro para los amigos”, al leer la expresiva y cariñosa dedicatoria que en él había V. firmado, pensé darle gracias en el acto, a mi manera, eso sí, pero darle gracias. Después empezó a presentárseme la duda, que como V. sabe, calificó un hombre célebre, de carácter moral, y que esta duda entrañaba naturalmente la forma de dirigir a V. este acto de justo reconocimiento del favor recibido, aunque no merecido. Y se pasó un día y otro día, y como era natural mi falta de correspondencias, se ha hecho notar. Y gracias que la falta ha sido a V., que sabe ser bondadoso; aunque a decir verdad esta cualidad me obliga más aún a dolerme de mi falta y a implorar con mayor deseo su disculpa y su perdón.

Fue para mí tan sorprendente el libro y la dedicatoria, que mi primera impresión me produjo cierto aturdimiento. Si el Sr. marqués de Villel publica un libro para los amigos, decía yo, este libro está impreso y publicado para mí; pero entre el común de los fieles, entre la muchedumbre, y harto ha hecho este señor, proseguía yo, dando esta prueba de afecto a un amigo, regalándoles esta obra de exquisitos pensamientos, de sal y pimienta, de contento y solaz. Pero que yo, el último de aquella muchedumbre, haya recibido el regalo del libro y la dedicatoria de “afectuoso recuerdo de su amigo el marqués de Villel”, esto es el extra, el non plus de la delicadeza, de la bondad y de la caridad cristiana del autor de las occidentales [en alusión a dos poesías incluidas en el libro]. Vea V, juez mi Sr. D. Gavino (con v aunque V. está por la b.) el fundamento de la duda que al sentirme obligado a dar a V. gracias me acometió, por no hallar en mi pobre y raquítica imaginación la correspondiente fórmula.

Algo clamaba en mis adentros, que solo V. que tan bueno había sido dándome la sed, me había de dar la bebida que la apagara, y ciertamente, en la página 34 de su precioso libro la había V. puesto. Pues bien, yo la acojo “nada, nada, tres puntos…” [guiño al poema Puntos suspensivos, del libro].

Saluda a V. afectuoso un amigo. José María Encina.

Ficha bibliográfica

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