Palacio de los marqueses de Villel

María de Pedroso y Andrade

Señora de Villel

Pues sí, veo que sí son observadores ustedes. ¡Dragones! por el linaje de los Andrade, que tanto mi esposo como yo lo llevamos en la sangre. Um… creo que me voy a hacer llamar Marierys Andraryen de la Tormenta, la que no arde, rompedora de cadenas, madre de dragones… uy, lo siento, creo que leo demasiadas novelas de caballería.

Como les iba diciendo anteriormente, el haber leído las obras que mi suegra, doña Martina de Funes, reunió de Pedro Liñán, me ha creado gran afición a escribir poesía. Estoy preparando un poema de tercetos que, si Dios quiere, presentaré en alguna justa poética. Comienza así:

Al soberano objeto de mi cántico
aspira acento culto (oh, lumbre Angélico)
Príncipe de la luz, y Reino Atlántico.

Plectro elevado, con que vibre célico
alientos infunde, suavidad armónica,
y en certamen de honor estruendo bélico.

Delicioso para los oídos, ¿Verdad…? Bien, no esperaba otra respuesta, ji, ji. Ay, qué pena no haber conocido en persona al Licenciado Liñán. Mi suegra me contó que la última vez que Pedro Liñán estuvo en Villel, fueron a dar un largo paseo por la ribera del río Mesa; y que quedó extrañada por las palabras del Licenciado sobre algo que escondía, que quería ocultar a los ojos del resto de mortales. ¿Qué sería aquello ? Si hubiera estado yo en lugar de mi queridísima suegra…, ya me hubiera enterado… ¡Ja!.

Uy, qué tarde se ha hecho. Deben abandonar el palacio, pero como presente hacia ustedes, permítanme obsequiarles con una cesta de camuesas de las huertas que rodean nuestro nuevo palacio. Aunque ya estamos a finales del otoño, esta variedad se conserva tan rica durante varios meses.

clave #2: 33081